A esa valentía de no saber y aún así seguir caminando hacía nuestros sueños.
El viaje había comenzado, y había comenzado felizmente con un suave cielo azul y un par de maletas en las que cargaba 25 años de vida.
Durante este viaje llamado vida me he encontrado mujeres increíbles que han guíado mi camino, la luz de cada una de ellas se ha activado en los momentos en los cuáles más lo he necesitado. Mi propia historia me ha llevado a re-difinir los límites de mi imaginación y más aún, la fuerza de voluntad para definir mi propio camino y no las que otros han querido definir por mí.
Todo empezó cuándo era adolescente y empecé a sentir que las decisiones que otros estaban tomando por mí, no eran consonas con lo que sentía, en ese momento aún era muy chica para entenderlo pero, algo en mí, estaba cambiando. Unos lo llaman rebeldía, otros valentía, yo simplemente no lo entendía, soñaba con caminar en las calles de Paris, vestida con bellas ropas de invierno y ahí, en esa ciudad dónde todas las historias parecían converger de manera tan natural, pasaba mis horas, soñando, vagando y navegando por sus calles, colores y macaroones.
Pasaron años, mentores y mucha determinación para finalmente tomar la decisión que cambiaría mi vida por completo. El viaje había comenzado, y había comenzado felizmente con un suave cielo azul y un par de maletas en las que cargaba 25 años de vida. No llegué a Paris, había decido que este viaje lo quería iniciar en Florencia, en el corazón de la Toscana. Llegué a aquella pequeña ciudad que me recibió con un sol veraniego, de esos días tipícos de los primeros días de septiembre, con maletas llenas de sueños y muchas ilusiones, ahí termine de enamorarme de mí y mi amor por la moda finalmente se consolido, fue amor a segunda vista.
No era la primera vez que visitaba Florencia, un año antes había tenido la enorme de fortuna de visitar esta pequeña ciudad histórica y caminar por sus calles, visitar el museo dónde está el David, comer de sus deliciosos gelatos y pasar por el famoso Ponte Vecchio, poco sabría yo que lo que descubriría en ese viaje no serían todas las maravillas que tenía para ofrecer esa pequeña ciudad, lo que tenía que ofrecer era algo mucho más grande, era encontrarme a mí misma; y por primera vez en muchos años todo tuvo sentido para mi. Me sentía como el personaje principal de comer, rezar, amar atrapada en las expectativas que otros tenían para mi y sintiéndome pequeña, sabiendo que lo que yo tenía que ofrecerme a mí era mucho más grande que yo misma y por primera vez, sentada en ese avión mirando por esa ventana me sentí libre, libre de miedo, libre de culpa, libre de expectativas y lista para iniciar un nuevo camino, el camino a ser mi versión más auténtica.
Bienvenidas a este espacio libre de expectativas dónde exploraremos a través del amor propio y el estilo, lo que te acomoda.
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